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domingo, 26 de enero de 2025

EL MAPA DE UN MUNDO NUEVO (LUIS ZUECO)

 
El mapa de un mundo nuevo
Luis Zueco
 
 
 
 
Título: El mapa de un mundo nuevo
Autor: Luis Zueco
Editorial: Ediciones B
Encuadernación: Tapa dura
Páginas: 672
 

jueves, 24 de diciembre de 2020

HUERFANA, MONSTRUO, ESPÍA (MATT KILLEEN)

 Huérfana, monstruo, espía
Matt Killeen

 
Título: Huérfana, monstruo, espía
Autor: Matt Killen
Traducción: Enrique Alda
Editorial: Roca, 2018
Encuadernación: Tapa dura
Páginas: 346
PVP: 19,90 €
 
 

viernes, 14 de octubre de 2016

viernes, 27 de mayo de 2016

miércoles, 11 de mayo de 2016

DONDE AÚLLAN LAS COLINAS (FRANCISCO NARLA)

Donde aúllan las colinas

Francisco Narla




FICHA TÉCNICA

Título: Donde aúllan las colinas
Autor: Francisco Narla
Editorial: Planeta, 2016
Encuadernación: Tapa dura
Páginas: 256
PVP: 19,90 €
Ebook: 11,39 €






Editorial: Planeta, 2017
Encuadernación: Tapa blanda, bolsillo
Páginas: 272
PVP: 8,95 €





martes, 15 de septiembre de 2015

LA CIUDAD DE LOS OJOS GRISES (FÉLIX G. MODROÑO)

La ciudad de los ojos grises
Félix G. Modroño




FICHA TÉCNICA

Título: La ciudad de los ojos grises
Autor: Félix G. Modroño
Editorial: Algaida, 2012
Encuadernación: Tapa blanda
Páginas: 399
PVP: 18,00 €






FÉLIX G. MODROÑO

Félix G. Modroño es un escritor vizcaíno, afincado en Sevilla. Tras publicar Villalpando, paisajes y rincones (2002), en homenaje al pueblo zamorano de sus padres, se animó a emprender la aventura de su primera novela, La sangre de los crucificados (2007), protagonizada por el doctor Zúñiga, un peculiar investigador del siglo XVII, que también sería el personaje central de su siguiente obra: Muerte dulce (2009).
Con La ciudad de los ojos grises (2012) cosechó un gran éxito de ventas y el reconocimiento de los lectores.
Secretos del Arenal (2014) ha obtenido el XLVI Premio de Novela Ateneo de Sevilla.







De París a Bilbao

ARGUMENTO

-Dime una cosa. Nunca te lo he contestado, y puedes no contestar.
-Adelante. Déjate de rodeos.
-¿Tú también estabas enamorado de ella?
-Somos unos pringaos -fue su respuesta, mientras la añoranza esbozaba una sonrisa en sus labios apretados.
-Hazme un favor; averigua quién lo hizo.
-No te quepa la menor duda. (Página 80)

Alberto Gastiasoro se ve obligado a regresar precipitadamente desde París a Bilbao al enterarse de la noticia de la muerte de la mujer que fue su gran amor de juventud.
Al parecer la muerte no fue tan accidental como se ha hecho creer, por lo que pide a su antiguo compañero de cuadrilla, hoy importante cargo de la policía, que averigüe quién ha sido el culpable. Una investigación en la que él mismo se involucra y que pondrá en peligro su vida.






LA CIUDAD DE LOS OJOS GRISES

La ciudad de los ojos grises es una novela histórica que nos cuenta como telón de fondo el cambio que sufrió una ciudad Bilbao, hasta convertirse en la gran urbe que hoy día es:
La generación de Alfredo Gastiasoro se convirtió en testigo de un hecho demográfico sin precedentes: su pequeña villa de dieciocho mil habitantes, que apenas había experimentado cambios desde su fundación por don Diego López de Haro en 1300, superaba las cien mil almas en menos de cuarenta años. Gentes de toda ideología, calaña y condición que debían aprender a convivir. (Página 23)

Pero es mucho más que una novela histórica, porque también podríamos considerarlo como una guía del viajero en la que se nos describirá el Bilbao de los primeros años del siglo XX. Es también una novela de intriga, con elementos de novela negra, porque turbio y cargado de intereses inconfesables era el mundo de la construcción y la especulación en el Bilbao de principios del siglo XX. Sin olvidar que es una historia de amor, de un amor de juventud que se vio frustrado sin que su protagonista Alfredo pudiera saber por qué.

Pero ante todo, La ciudad de los ojos grises es la historia de una pérdida, o mejor sería de decir dos: porque Alfredo pierde su ciudad y su amor. Por eso la vida de Alfredo se convierte en una constante búsqueda de aquello que tuvo y que ya no tiene. Por eso ya no vive en Bilbao sino en París. Por eso no consigue ni quiere tener una relación sentimental estable:
Alfredo echaba de menos el Café Boulevard; en realidad, echaba de menos muchas cosas, la mayoría de ellas perdidas para siempre. Quizás, le resultase imposible tratar de contener la hemorragia de la nostalgia derramada a base de vendas impregnadas de ayer. Regresas a los lugares de antaño, le causaba un doble efecto: avivaba su tristeza a la vez que se la paliaba. (Página 189)

Una nostalgia que no es solo la de un lugar, sino la de un tiempo en que todo parecía posible:
Echaba de menos la ciudad de su infancia, cuando conocía de vista a todos los fieles de la misa de San Nicolás, cuando la gente se saludaba por la calle, cuando correteaba con su cuadrilla, cuando vivían sus padres... y vivía ella. De niño, uno disfruta de los años en los que el tiempo parece no existir, sin imaginarse que pueda llegar a agotarse antes de empezar a sentirse viejo. (Página 359)

En realidad, Bilbao e Izarbe, su gran amor, van unidas de tal modo en sus recuerdos que ambas se confunden en el interior de su alma hasta convertirse en una única cosa:
Miraba a la ciudad y la veía a ella, con sus mismos ojos grises. En realidad eran dos ciudades. A un lado, la de siempre, la de calles estrechas, la de edificios antiguos, la que olía a su infancia; al otro, la de las avenidas, la de las modernas construcciones, la reciente, la que no olía a nada y que, no obstante también se llamaba Bilbao usurpándole el nombre a la vieja villa. Una Bilbao que se mostraba tan distante como cariñosa... como podía serlo una mujer... como había sido Izarbe con él. Dos Bilbaos y dos Izarbes. (Página 230)

Como crónica de una época, La ciudad de los ojos grises no tiene precio, pues nos narra una época de cambios convulsos, acelerados, de progresos científicos sin par. Una época en la que para muchos era inevitable echar de menos la sencillez de tiempos pasados, aunque eso no era un impedimento para disfrutar de las maravillas que traía el presente. Si nos fijamos bien, esta es una situación que en mucho se parece a los finales del siglo XX en el que la evolución tecnológica ha sido no solo constante, sino acelerada:
Le había tocado vivir en una época en que todo parecía posible. Demasiados cambios en tan poco tiempo como para poderlos asimilar sin sentirse desconcertado. La luz eléctrica, el automóvil, el teléfono... se unían al ferrocarril, que representaba la imagen de la modernidad y que, por otra parte, para él encarnaba su dicotomía. Maldecía el progreso y la pérdida de valores que acarreaba, pero no podía imaginar una vida sin los trenes. Trenes que utilizaba para viajar en su constante huida de sí mismo. (Página 266)

La vida de Alfredo es la historia de una huida: huye de la ciudad que adora, huye de la presencia de la mujer a la que el ama pero que sin embargo se ha casado con su hermano. Una huida a la que tiene que poner punto final al recibir la noticia de la muerte de la mujer que nunca ha dejado de amar.
-¡Última llamada para el tren de Bilbao!
Sólo un andén separaba las dos vías. De buena gana se hubiera embarcado rumbo a la capital francesa, no ya porque ella se dirigiera también allí, sino por emprender una nueva deserción: París significaba la eterna huida y Bilbao, el eterno retorno. (Página 290)

Es el momento entonces de enfrentarse al conocimiento, a averiguar quién era, cómo era realmente aquella mujer a la que amó. La mujer que un día, sin más explicaciones decide cortar con él para finalmente casarse con su hermano. Una decisión que no puede comprender, que marcará el resto de sus días, porque no puede dejar de amar a alguien que consigue que el mundo sea un lugar mejor para vivir:
-Tú si te preocupas por los demás... quizás, en exceso.
-¿Tú crees? -ella le sonrió, agradecida-. No estoy yo tan segura de eso.
-Sabes bien que si. Y además, te afanas por mejorar el mundo. (Página 326)






IMPRESIÓN PERSONAL

Hay autores que hacen de la sencillez (que no de la pobreza) su marca de estilo personal. Ese es el caso de Félix G. Modroño, que consigue que parezca muy fácil el arte de escribir. Y eso es lo que hace para mí como lector tan atractivos sus libros. Bien estructurados y fáciles de seguir, a pesar de que se narre, como es el caso de La ciudad de ojos grises en distintos planos temporales.
Personajes bien dibujados, algunos claros y transparentes como Alberto Gstaisoro, otros cargados de un misterio que habrá que descubrir poco a poco como su amada Izarbe.

Todo ello en aras de atrapar al lector en una historia cargada de nostalgia, de añoranza por aquello que la vida nos ha ido arrebatando, pero que no impide sin embargo a su protagonista de disfrutar también del día a día. Una novela que sin duda disfrutarán de un modo especial todos los aficionados a las grandes historias de amor, y que tras leerla, hará que Bilbao, la otra gran protagonista de esta historia, no puedas mirarla del mismo modo.






VALORACIÓN: 9/10




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miércoles, 10 de junio de 2015

LA NIÑA QUE SE TRAGÓ UNA NUBE TAN GRANDE COMO LA TORRE EIFFEL (ROMAIN PUÉRTOLAS)

La insoportable levedad de las carteras enamoradas




FICHA TÉCNICA

Título: La niña que se tragó una nube tan grande como la torre Eiffel
Autor: Romain Puértolas
Editorial: Grijalbo, 2015
Encuadernación: Tapa blanda
Páginas: 250
PVP: 16,90 €





Editorial: Punto de lectura, 2016
Encuadernación: Tapa blanda, bolsillo
Páginas: 256
PVP: 8,95 €









ROMAÍN PUÉRTOLAS

De él nos cuenta la editorial en la solapa interior:


Romain Puértolas, de origen franco-español nació en Montpellier. Transportado por los caprichos del destino a España e Inglaterra, ha sido DJ, profesor de idiomas, traductor-intérprete, auxiliar y coordinador d vuelo de El Prat de Barcelona, empleado de Aena en Madrid y limpiador de tragaperras en Brighton.
De regreso a Francia, trabajó durante cuatro años como inspector de policía en un servicio especializado en el desmantelamiento de redes de inmigración ilegal.
Adicto a la escritura compulsiva sobre posits, Puértolas debutó en el mundo literario con El increíble viaje del faquir que se quedó atrapado en armario de Ikea (Grijalbo, 2014). Antes de su éxitoso lanzamiento en Francia, la novela ya había conquistado a más de cuarenta editoriales extranjeras convirtiéndose en un fenómeno mundial conocido como "faquimanía".
En la actualidad, Puértolas reside en Málaga y se dedica en exclusiva a la escritura. La niña que se tragó una nube tan grande como la torre Eiffel es su nueva novela, una historia tan desenfadada y llena de humor como la anterior, aunque más emotiva todavía, y que ya se ha convertido en un éxito de crítica y ventas en su país.





ARGUMENTO

Un hombre mientras le cortan el pelo, le cuenta al peluquero una extraña historia:
Resumiendo, un buen día su cartero, que es una cartera, irrumpe en su torre de control en bañador aunque la playa más cercana esté a cientos de kilómetros, y le pide permiso para despegar de su aeropuerto batiendo los brazos como una gallina. (página 16)

Una historia que por extraordinaria y extraña que pueda parecernos, el protagonista, controlador aéreo en el aeropuerto de Orly, nos cuenta de primerísima mano:
Los medios no estaban allí. Se hicieron con la noticia después y le dieron mucho bombo. ¡Incluso llegué a leer que Providence habia volado en su Renault amarillo hasta Marruecos y que chocó con una nube! Lo que no está muy lejos de la verdad, pero no es exacto. Yo le voy a contar la verdad sobre lo que pasó ese día en Orly. La verdadera historia.






LA NIÑA QUE SE TRAGÓ UNA NUBE TAN GRANDE COMO LA TORRE EIFFEL

Larguísimo título el de esta novela que, por una vez y sin que sirva de precedente, está bien motivado. Porque esta es la historia de una niña enferma, luchando desde el momento en que nació por sobrevivir en un hospital marroquí, afectada por una extraña enfermedad que la cartera describe de un modo muy poético:
Tragarse una nube; fue Providence quien se inventó esa expresión para hablar e su enfermedad, la mucoviscosidad. Era de lo más acertada. Lo que la niña sentía en el fondo de los pulmones era mi poco eso, un dolor vaporoso y malvado que la asfixiaba lento pero seguro, como si un día, por descuido, se hubiera tragado un gran cumulonimbo y desde entonces lo tuviera atrapado dentro. (Página 36)

La niña que se tragó una nube... es un cuento, un cuento para adultos cargado de fantasía, de realismo, de imaginación, de ternura, de ironía, de amor, de humor, y hasta un poquito de mala leche en su humor mordaz. Una novela que te hará reír, que probablemente te hará llorar, que te descolocará en muchos momentos sin tener muy claro qué es lo que estás leyendo. Espera. Espera hasta el final para juzgar el libro, porque te aseguro que la espera merece la pena.

Las primeras páginas no permiten imaginar hasta que punto el amor es uno de los puntos más importantes de esta novela. Y no me refiero a la historia de amor que el controlador y la cartera vivirán, sino sobre todo, a la historia de amor entre Providence (la cartera) y la niña enferma en Marruecos. Una historia de amor madre/hija capaz de vencer cualquier imposible, cualquier barrera. Porque aunque Providence nunca podrá ser madre, consigue la adopción de la niña y el amor que las une es tan fuerte como el de cualquier madre e hija por más que dicha relación no provenga de un parto, sino de un encuentro casual en un hospital marroquí:
En cualquier caso, el destino había hecho bien las cosas. Había reunido en dos camas donde las sábanas se rozaban, a una mujer deseosa de convertirse en madre pero que no podía y a una niña sin mamá. Podría decirse que habían nacido para encontrarse. (Página 47)


Leyendo La niña que se tragó... me han venido a la mente dos autores: Jonas Jonasson y Albert Espinosa. Y es que esta novela toma elementos de ambos autores. Por una parte, es imposible no recordar a Jonasson (El abuelo que saltó por la ventana y se largó y La analfabeta que era un genio de los números) por lo absurdo e increíble de las situaciones que plantea llevándolas a los límites de lo que es posible y real. Incluso aparecen personajes famosos de la vida real, altos dirigentes mundiales (igual que en dichas novelas), en este caso Obama, Holland y Rajoy (el toque español).
La diferencia es que mientras que en Jonasson el único fin del absurdo es buscar la risa o la sonrisa del lector, algo que consigue con El abuelo... pero no con La analfabeta... (en la que se pasa de tal manera que no hace ni gracia), con Puértolas forma parte de un fin mayor, dirigido a narrar un cuento, a crear un clima en el mismo cuya resolución comprenderemos al final. Tiene su por qué, el absurdo no es el fin en sí mismo.
Por otra parte, de Albert Espinosa (Brújulas que buscan sonrisas perdidas o Si tú me dices ven lo dejo todo pero dime ven)toma ese aire de cuento y la enfermedad es uno de los ejes en torno a los cuales se construye la novela.


Una novela en la que el humor es uno de sus elementos fundamentales:
El viejo tenía razón. Los controladores de Orly no podíamos quejarnos, Pero eso no impedía que de vez en cuando hiciéramos una pequeña huelga sorpresa. Solo para que la gente no nos olvidara durante las fiestas. (Página 15)

Un humor ácido en el que parece tomar cuentas contra alguno de sus antiguos trabajos (trabajó en aeropuertos):
Las compañías aéreas no estaban dispuestas a poner en peligro sus aviones y la seguridad de los pasajeros por culpa de unos iluminados. Les iba en ello el negocio. ¿Tantos años ahorrando en cacahuetes y aceitunas y ahora estrellar esos juguetitos de 149 millones de euros como vulgares aviones de papel lanzados desde la ventana de un colegio? No, seamos razonables. (Página 29)

Un humor en el que la crítica social no está ausente:
Como la teletransportación aún no se había inventado, el hombre estaba todavía en el estado embrionario de la deportación y de la expulsión. (Página 78)

Un humor que utiliza para autopromocionarse, como cuando hace referencia a su anterior novela, esa que le llevó a la fama (El increíble viaje del faquir que se quedó atrapado en armario de Ikea) :
Bien, heme aquí senado al lado de un faquir y rumbo a la consulta de un gran maestro espiritual chino para aprender a volar como un pájaro. (Página 94)

Y en el que, más allá del humor, no se esconde para mostrarnos el otro lado de la realidad, el lado oscuro y muchas veces desconocido de la realidad:
Es triste decirlo, pero uno no llega a conocer bien un país si no ha estado en un hospital. Allí, imposible ocultar la realidad de las cosas. La pintura rosa con la que pintan las paredes del turismo se desconcha, cae y deja a la vista el cemento gris y los ladrillos. (Página 45)

Un humor en el que incluso en alguna ocasión se pasa de frenada:
-Bueno, quiero algo imposible.
-Es una mujer, es normal. (Página 98)


Todo esto no sería posible si no se apoyara en unos personajes tan “humanos” que es imposible que no te lleguen al corazón. Especialmente el personaje de Providence, con una ternura contagiosa:
Providence era adulta ahora, pero conservaba un lado infantil, una cosa que los adultos llaman “credulidad”, y eso a pesar de los palos que le había dado. Volar. Era una locura creer en una cosa parecida pero, en el fondo, ¿por qué no? ¿Qué le impedía soñar con los ojos abiertos? Soñar no estaba prohibido, era gratis. (Página 82)

Una humanidad que permite, más allá del humor, plantearnos la realidad de la vida: somos seres mortales, a los que un día la enfermedad nos llevará a un viaje sin retorno:
Una vida no pesa nada. Tampoco en nuestra Tierra sometida a la gravedad. Vivimos un tiempo, hasta que le enfermedad viene a buscarnos y nos sube con ella hacia ese techo de estrellas. (Página 92)






IMPRESIÓN PERSONAL

No tenía muy claro a lo que me enfrentaba cuando comencé a leer La niña que se tragó una nube tan grande como la torre Eiffel, puesto que no había leído su novela anterior, algo que sin duda haré ahora. Esperaba un libro entretenido y con mucho humor, pero para lo que no estaba preparado era para encontrarme con un “cuento” que por muchos momentos me ha descolocado, pero que sobre todo, según avanzaba la novela, me ha emocionado.
Quizás esa sea la característica fundamental de la novela, que más allá de esa capacidad que tiene para hacer reír o sonreír, de crear eso que no es fácil encontrar en la literatura pero que es tan de agradecer y que he dado en llamar buenrollismo, es una novela muy emotiva, que toca las fibras más sensibles de nuestro ser.


Por eso, te animo a que levantes tus pies del suelo, batas las alas de tu imaginación y dejes volar libre tu imaginación con esta novela:
Y sin más, llevada por la insoportable levedad de las carteras enamoradas, Providence elevó el vuelo. (Página 157)





Gracias a Penguin Random House que me ha facilitado un ejemplar de La niña que se tragó una nube tan grande como la torre Eiffel para su lectura y reseña.





VALORACIÓN: 9/10



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miércoles, 10 de septiembre de 2014

EL GUACAMAYO ROJO (MANUEL MACHUCA)

Españoles en Brasil





FICHA TÉCNICA

Título: El guacamayo rojo
Autor: Manuel Machuca
Editorial: Anantes
Encuadernación: Tapa blanda
Páginas: 453
PVP: 22,00 €






MANUEL MACHUCA

Conocí a este autor a raíz de la publicación de Aquel viernes de Julio. De él se nos dice lo siguiente en la solapa interior de esta novela:

«Manuel Machuca (Sevilla, 1963) es doctor en Farmacia por la Universidad de Sevilla. Miembro correspondiente de la Academia Peruana de Farmacia, consultor de la Organización Mundial de la Salud y profesor honorario de la Universidad de Buenos Aires (Argentina), ha impartido cursos y conferencias en más de veinte países de Europa y América, publicando más de cien artículos científicos y de opinión en revistas científicas y profesionales de repercusión internacional.

En su faceta literaria es autor de la novela Aquel viernes de julio, coordinador de Relatos de farmacéuticos, un libro en el que participaron más de quince profesionales españoles y de América Latina, ha publicado relatos en la revista argentina Motor de ideas colabora con asiduidad en los diarios del grupo Joly y también ha publicado numerosos artículos en Cambio 16 y Cuadernos para el diálogo.»







ARGUMENTO

Era el último día de enero de 194 cuando el barco que llevaba a Bernardo Ortega y su familia atracó en el puerto brasileño de Santos.

No era ese el destino original de la familia Ortega. Su intención era ir a Cuba para trabajar con un hermano, pero poco antes de embarcar fueron atracados y, al perder su dinero, el cabeza de familia no se atrevió a aparecer con las manos vacías y cambió el destino de su familia y puso rumbo a Brasil.

Cien años después Luis, un joven arquitecto español se ve obligado por la crisis de la construcción a buscar trabajo fuera de España y su destino elegido es Brasil, donde aún conserva algún viejo pariente como la tía Gloria.

Esta es la historia de cien años de una familia luchadora.






EL GUACAMAYO ROJO

-¡Mira, un loro rojo!
-No es un loro, es un guacamayo. Su cola es más larga y es más grande que el amarillo u verde que está al lado. Ese sí es un loro. (Página 19)

Esa es una de las primeras imágenes que la familia Ortega recibe al desembarcar en Brasil a principios del año 1904. Una imagen colorida y cargad de alegría, que poco tendrá que ver con la dureza de la vida que les espera a continuación en una plantación del interior de Brasil donde la familia tiene que ganarse muy duramente la subsistencia.
El guacamayo rojo es la historia de cien años de una familia que marchó de España en busca de una vida mejor, de una posibilidad de supervivencia y que a base de trabajo y esfuerzo fue saliendo adelante.
Una historia que desgraciadamente se repite cien años después (no se engañe señora ministra, cada español que tiene que salir a buscarse las habichuelas fuera de España, no lo hace por aventura sino por la más pura y dura necesidad) en la que un joven español ha de partir hacia Brasil, completando el círculo al reencontrarse con la tía Gloria, un lejano pariente descendiente de aquellos que emigraron cien años atrás a Brasil.

La acción de El guacamayo rojo se narra en dos planos temporales: el actual con las desventuras de Luis al llegar a Brasil y la historia de la familia Ortega cien años antes. Inevitablemente es una historia épica, porque épica es la historia de aquellos que partiendo de la nada tienen que luchar por sacar a una familia adelante. Y eso es lo que hace la familia Ortega, en una tierra desconocida, con costumbres desconocidas, con una lengua que aunque semejante también es desconocida.

No entra Manuel Machuca a explayarse en los motivos de la crisis que provoca la necesidad de que Luis tenga que salir de España. No hay juicios políticos sobre nuestra situación. Ni tampoco profundiza en la situación brasileña, salvo un breve comentario puesto en boca de los protagonistas:
-¿Por qué te has venido a Brasil?
-Bueno, este país está creciendo mucho, tiene un gran futuro...
-Si, siempre tuvo un gran futuro, y me temo que así va a seguir siendo siempre, un país con mucho futuro. (Página 202)


Mucho hay que contar sobre esta familia española emigrada a Brasil. Y ahí está precisamente lo mejor y lo peor de la novela, porque o el autor se iba a mil páginas, o el lector puede quedarse con la impresión con la que yo me he quedado pasados los primeros capítulos: la de hallarnos ante un álbum de familia, en el que Manuel Machuca nos va mostrando como si de fotos se tratase los sucesos más relevantes que les ocurrieron, pero que entre foto y foto faltan muchos detalles que no conocemos.
Por eso como aspecto positivo, el libro tiene un ritmo trepidante en el que no paran de ocurrir cosas. Pero por otro lado hay historias que se quedan cortas, que por sí mismas merecían un libro, como la historia del pariente que trabajó en el cine. O de la misma tía Gloria, que pese a ser un personaje muy importante en la historia presente, no se profundiza en su personaje, prácticamente se hace un resumen de su vida pasada.

Pega menor en cualquier caso, porque lo que viene a significar es que, pese a sus más de cuatrocientas páginas, me hubiera gustado saber mucho más de sus protagonistas.






IMPRESIÓN PERSONAL

Creo que ha quedado claro que me ha gustado El guacamayo rojo. Una historia más completa y atractiva que su primera novela Aquel viernes de Julio que también disfruté.
Una historia emotiva en muchos momentos, cargada de acción. No podía ser de otra manera, porque estamos ante una familia dispuesta a luchar por salir adelante y que no se deja amilanar por las circunstancias, que parece ser la moraleja final de la historia, lo que Luis aprende al conocer a sus lejanos parientes.

Que un libro se te quede corto pese a sus cuatrocientas cincuenta páginas, es muy indicativo de hasta que punto quedé atrapado entre sus historias.






Gracias a Editorial Anantes por facilitarme un ejemplar de El guacamayo rojo para su lectura y reseña.






VALORACIÓN: 8/10




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