¡Indígnate! Deja de estar tranquilo, majete, en tu sillón El miércoles 27 de Febrero a la edad de 95 años murió Stephane Hessel. Por eso hoy recupero una reseña sobre el libro que en los últimos días le aupó a la fama. Un libro que se ha convertido en bandera de muchos hombres superados por unos acontecimientos que no llegan a comprender y que ha dado nombre a un movimiento de ciudadanos que ya están hartos y que quieren que las cosas cambien.
FICHA TÉCNICA Autor: Stephane Hessel Tïtulo: Indignaos Editorial: Destino Encuadernación: Tapa blanda bolsillo Páginas: 64 PVP: 5,00 € La lectura no es solamente una fuente de
placer, o la manera de adquirir nuevos conocimientos. La lectura puede ser también la llave para cambiar nuestras
vidas, para cambiar el mundo. Hay libros que tras su publicación han hecho
que el mundo sea distinto, en unos casos mejor, en otros peor, pero en cualquier
caso distintos, bien por su pensamiento religioso, como La Biblia, El
Corán o por su pensamiento político como Mein Kampf de Adolf
Hitler o El Capital de Karl Marx. Vengo hoy
a recomendaros la lectura de uno de esos libros que es posible que sirvan para
cambiar el mundo, o por lo menos para cambiar nuestro pensamiento. Y no hablo de
una teoría, sino de una realidad, porque ¡Indignaos! es ya un punto de inflexión en la realidad
política de nuestro país, origen de un movimiento distinto a lo que hasta ahora
habíamos podido ver: Democracia real,
ya.
Dos apuntes previos para
comenzar. Lo primero una definición, indispensable para saber de que estamos
hablando:
Indignación: s. f. Sentimiento de intenso enfado que provoca un
acto que se considera injusto, ofensivo o perjudicial.
Y para continuar
una banda sonora, con el tema de Celtas Cortos Tranquilo majete. Una canción que tiene unos veinte años.
Vamos, que no es nuevo este pasotismo e indiferencia que tanto critica en las
letras de su canción:
En los anexos finales os dejo la letra de esta canción, que sí,
en algunos aspectos ya está superada, porque no vamos por TRES millones de
parados, sino por SEIS millones, o además de Somalia son otros los sitios en
los que veos caer la gente como moscas, o no es Croacia donde están liados a
tiros sino Afganistán o Siria. Da igual, la cosa no ha cambiado, solo los nombres y los
lugares.
INDIGNAOS de STÉPHANE
HESSEL
Apenas treinta páginas tiene este libro si
no contamos el epílogo del editor o el prólogo que en España ha corrido a cargo
de Jose Luis Sampedro, con cinco páginas que no tienen ningún desperdicio. ¿Treinta páginas pueden dar tanto de sí? Pueden, porque van
directas al grano, directas a nuestras conciencias más o menos amodorradas o
cansadas. Y tienen que ser dos personas de más de noventa
años, las que vengan a dar una sacudida a una sociedad que increíblemente no es
capaz de reaccionar. Más increíble aún en una juventud que por definición
debería ser rebelde.
No voy a caer en la tentación de decir
que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero desde luego si fue distinto. Y
agrego aquí otra pista musical, ésta a cargo de Ismael Serrano:
No nací como Sampedro o
Hessel en 1917, ni viví una guerra, ni tuve que soportar una dictadura. Pero si
que viví el final de una dictadura, una época en que creíamos que todo era
posible, que España podía ser una democracia en la que todos viviéramos en paz y
armonía, con mayor riqueza, más justicia y menos desigualdades. Y durante un
tiempo este sueño, pareció convertirse en una realidad. Una realidad que a
algunos les parece demasiado peligrosa y están dispuestos a arrebatarnos.
Apenas han transcurrido unas palabras del
texto, cuando Hessel nos deja ya toda una declaración de intenciones:
«Todos juntos debemos velar porque nuestra
sea una sociedad en la que podamos estar orgullosos: no esa sociedad de sin papeles, de expulsiones, de recelo hacia los inmigrantes, no esa
sociedad que pone en duda la jubilación, el derecho a la Seguridad Social.» (Página 21)
Stephane Hessel
Podemos creer que todo el llamado sistema
de bienestar ha estado siempre ahí. Pero no es cierto. En Francia surgió como
una exigencia de la resistencia tras acabar la Segunda Guerra Mundial y la lucha
contra el fascismo. Y en España necesitó la llegada de la democracia. Porque la
universalidad de la atención médica, nuestro actual sistema de Seguridad Social
fue una labor del gobierno socialista de Felipe González. Antes de él, si no
tenías trabajo no tenías cartilla de la Seguridad Social, y no tenías derecho ni
a que te atendieran en un parto.
Ahora nos dicen que no hay
un duro, que la Seguridad Social no puede seguir adelante, que la educación
gratuita es una utopía, que más vale que te vayas pagando por tu cuenta un plan
de pensiones.
¿Acaso la situación es
peor que hace treinta años? ¿Acaso es peor que la que tenía Francia al acabar la
Segunda Guerra Mundial? La respuesta nos la da Hessel: «Los bancos, privatizados, se preocupan en
primer lugar de sus dividendos y de los altísimos sueldos de sus dirigentes,
pero no del interés general. Nunca había sido tan importante la distancia
entre los más pobres y los más ricos, ni tan alentada la competitividad y la carrera por el
dinero.» (Página 25)
Han sido los
bancos los que por su egoísmo, por un afán de ganancias desmesuradas han
provocado con su irresponsabilidad la crisis económica que ahora nos ahoga. Y
los Gobiernos han acudido presurosos con nuestro dinero a su rescate. Y una vez salvados, si te he visto no me
acuerdo, que los que tenemos que apretarnos el cinturón somos los mismos de
siempre, mientras ellos vuelven a repartirse pingües dividendos que nosotros les
hemos pagado.
¿Y su receta? Hay que acometer un plan de
austeridad, hay que recortar el gasto (se entiende que el ajeno), empezando por
todo lo que sean prestaciones sociales de esa pandilla de vagos que se han
acostumbrado a vivir de los subsidios del Estado.
Y predican
con el ejemplo a golpe de estancias en hoteles de 3.000 euros la noche, que es
muy duro eso de convencernos que la culpa de todos los males es de los que los
padecemos, no de los que los han provocado.
Puerta del Sol, Madrid
¿No es eso motivo de la
más justa indignación?
Pero siguen
a lo suyo aprovechándose de uno de los mayores males de la sociedad actual: La
indiferencia. Ya lo decía la Biblia, el Señor vomita a los tibios, a los
indiferentes, a los que no están ni a favor ni en contra, a los indiferentes. Y
de esos hay demasiados ahora mismo, tranquilos en su sillón, sin chistar ante
ningún recorte. Salvo que el recorte sea impedir los botellones o cerrar antes
los locales de ocio nocturno.
Como
respuesta a todo lo anterior, el autor nos propone que recurramos a la
indignación, pero con un límte muy claro: La violencia no es el camino. En el
terrorismo no está la solución: «Hay que comprender que la violencia da la espalda a la
esperanza. Hay que dotar a la
esperanza de confianza, la confianza
en la no violencia.»(Pagina 42)
Porque de lo que estamos necesitados es de una imaginación
creativa que encuentre nuevas vías para vivir en paz y en democracia. Por eso
termino con las palabras que cierran el libro:
«A aquellos que harán el
siglo XXI , les decimos con todo nuestro afecto: CREAR ES RESISTIR. RESISTIR ES CREAR».
REFLEXIONES MUY
PERSONALES
Un libro de poco más de
cincuenta páginas no llega a la categoría ni de aperitivo. Pero ¡qué maravilla!
cuando me obliga a reflexionar, a dar forma y escrito a pensamientos que llevan
tiempo rondan por la cabeza. De un tiempo a esta parte, veo
que cada vez crece en mí con más fuerza la indignación, que no hace falta mirar
a mi alrededor para encontrar motivos de indignación como dice el autor. Es más,
casi es preferible cerrar un poco los ojos para que tanto sobrestímulo
indignante no me conduzca a un cabreo sin salida, a una exasperación y a un
sensación de amargura e impotencia.
Cada cual puede tener sus peculiares motivos para la
indignación. Yo solo sé que la mía se ha hecho tan larga, que he decidido romperla a riesgo de que no cupiera aquí. Pero no puedo menos que recomendaros que leáis este pequeño libro de un luchador, que combatió el nazismo, que por ello estuvo en la resistencia francesa y luego en un campo de prisioneros nazi. Un hombre con la suficiente lucidez como para darse cuenta de que la lucha no ha acabado. Es más, la lucha es ahora más necesaria que nunca. Lectura facilitada por la Biblioteca Municipal de Móstoles